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Fiestas populares

San Antonio del
Mar de Barraza

Fiesta patronal, de pequeñas dimensiones, celebrada el 15 de agosto en el pueblo de Barraza, comuna de Ovalle, ubicado hacia la desembocadura del rio Limarí. El pueblo tuvo su auge y fama como asiento minero durante la colonia y decae con la llegada del orden republicano y la fundación de la villa de Ovalle hacia 1831 en lo que eran las tierras de Tuquí. Más de un siglo antes de que el yacimiento de Quebrada de Talca fuese descubierto en 1748, Barraza era ya la cabecera de toda la zona baja y costera del valle del Limarí, pues en 1648 se establece allí una viceparroquia dependiente de Sotaquí. Sin embargo, este pueblo no alcanzó notoriedad sino hasta el florecimiento comercial que desencadenó el inicio de las actividades mineras de la costa limarina. A fines de la Colonia, la minería trajo en pocos años más crecimiento que toda la actividad ganadera y agrícola desarrollada en los siglos anteriores. A la sazón ya existía en este pueblo más de una docena de empresarios dueños de bodegas y pulperías, hecho inconfundible del incremento del comercio y la economía barracinos. Desde entonces y hasta los sucesos de la guerra libertadora librada contra el imperio español, Barraza tuvo un cierto sitial y renombre, muy especialmente tras librarse en sus inmediaciones la batalla de Salala o Socos, donde los patriotas liderados por el limarino Patricio Ceballos Egaña derrotaron a una columna realista que arrancaba de La Serena a Santiago. Iniciada la República, los vecinos del sector solicitaron a las nuevas autoridades que Barraza fuera declarada villa, nombramiento que se materializa tras la disposición administrativa del autoritario director supremo, don Bernardo O’Higgins. Así, el 4 de noviembre de 1818, este decretó “que el Valle de Barraza queda hoy en el rango de Partido Independiente a la Jurisdicción de Coquimbo… que su población principal se titulará en adelante la Villa de San Antonio del Mar”.

A partir de entonces, y por poco más de una década, esta villa vio acrecentada su importancia política y administrativa en el contexto regional. No obstante, su auge fue tan incierto como efímero. En 1831 fue fundada la villa de Ovalle, unidad administrativa que durante los siglos XIX y XX fue progresivamente concentrando el desarrollo urbano y administrativo en el valle del Limarí, quedando Barraza como núcleo relevante sólo para los poblados rurales de la zona del secano costero y como rémora de un pasado hacendal y señorial en la memoria de las elites y clases dominantes provinciales.

La fiesta patronal que en Barraza se celebra en honor a San Antonio data de comienzos del siglo XVIII, aunque es posible que sus orígenes estén en las postrimerías del siglo anterior. En 1736 los vecinos barracinos encargaron al Perú una imagen de bulto del santo, cuyos gastos sufragaron con el dinero de colectas y erogaciones. La imagen habría llegado a la localidad un 15 de agosto. Desde entonces se adoptó esa fecha para la celebración de San Antonio, aunque en rigor el 15 de agosto corresponde a la conmemoración de la Virgen del Tránsito. Desde su llegada al pueblo, la imagen sagrada pasó a ocupar sitial en el altar mayor del templo, lugar que una vez al año abandona para salir en procesión en el día de su fiesta. Las celebraciones de San Antonio comenzaban con una novena que culminaba con la procesión de la imagen, día principal del proceso ceremonial. Esta jornada una multitud se congregaba en la iglesia para sacar en andas la imagen santa. Encargada de otorgarle lustre a la celebración estaba la mencionada Cofradía de San Antonio de Padua, agrupación piadosa formada por vecinos del lugar y devotos del santo, quienes adornaban el anda, ornamentaban la iglesia para la novena y acompañaban al santo patrono, ocupando un lugar de privilegio dentro de la procesión. Así sucedía que en muchas ocasiones eran los propios cófrades quienes tenían el honor de cargar el anda. Con los años dicha cofradía va perdiendo fuerza hasta desaparecer, pasando la fiesta a ser organizada por la comunidad de vecinos.

Ya en las postrimerías del siglo XX concurría el Baile Chino de San Isidro de La Pampa de La Serena. Esta hermandad tenía la misión de sacar al santo y encabezar la procesión. Si bien el baile es de La Serena, algunos integrantes —entre ellas la familia Muñoz— son residentes y descendientes del poblado de Salala, ubicado a escasos kilómetros al poniente de Barraza. Este tipo de relaciones determina en muchos casos la participación comprometida de hermandades que no necesariamente residen en el lugar de la festividad. Una vez que se retiraron ya del Baile de San Isidro de la Pampa de La Serena las familias Muñoz y Campusano de Coquimbo fundaron en el 2004 el Baile Chino de Salala y Barraza, motivo por el cual juegan el rol de anfitriones en la fiesta.

Actualmente, las celebraciones de San Antonio de Padua en Barraza empiezan con una novena, la cual es presidida por un sacerdote. El día 15 de agosto se celebra la fiesta, comenzando las actividades con la llegada del baile chino a primera hora. Junto a este se hacen presente un par de bailes de instrumento grueso de Ovalle, Coquimbo o La Serena, quienes saludan a la imagen fuera de la iglesia, aunque cada uno según su estilo, formalidad y costumbre. Los bailes chinos generalmente lo hacen cantando o recitando algunas coplas. Una vez saludada la imagen con canto, toque y danzas, las imágenes regresan al interior del templo para la misa de mediodía, escoltadas por los chinos. La misa es dirigida por el arzobispo de La Serena, o algún representante suyo. Ya almorzada la gen- te que pudo hacerlo, se desarrolla la procesión por las calles principales, donde un grupo de vecinos cargan la imagen del santo y el baile chino duelo de casa escolta, junto a las hermandades visitantes, el anda del patrono San Antonio y la Virgen, siendo acompañadas por el sacerdote, el club deportivo San Antonio y el club de huasos de la localidad, junto a quienes van acompañando también los fieles devotos. Luego de finalizada la procesión, tiene lugar la despedida de los bailes y la bendición final. Los visitantes, vecinos y feligreses comienzan a retirarse a sus viviendas y localidades, quedando a la noche sólo el templo como testigo de una centenaria tradición.

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